Comprar y comer manzanas parece algo saludable.

Sin embrago, un reciente estudio ha mostrado que por cada kilo de manzanas producido de manera convencional genera un costo de salud de 21 céntimos debido a los efectos de los pesticidas y fungicidas, lo que se traduce en bajas por enfermedad y menor esperanza de vida.

El estudio, realizado por la organización alemana Soil & More Impacts, publicado a finales de mayo, destaca un problema clave: el precio que pagas por las manzanas en el supermercado no cubre el coste oculto de su producción. En cambio, ese coste lo paga la sociedad – a través del incremento de costes en la salud pública y en los seguros de salud.

El ejemplo de la manzana no es un caso aislado; es un indicativo de la situación global.

La agricultura es la industria mas grande del mundo, con 1 billon de personas dedicadas a la agricultura en todo el mundo. La ganadería y los cultivos utilizan el 50 % de la superficie habitable de la tierra. Además la industria agrícola es una de las más contaminantes en el planeta – aunque podría ser una de las herramientas más poderosas.

Para las personas es fácil distanciarse del problema. La mayoría de la gente no se dedica a la agricultura y no piensa en ella a diario. Pero es la elección de los alimentos que realizamos cada día la que sustenta el tipo de prácticas que se realizan en la agricultura.

La práctica convencional se centra en el monocultivo, en el uso de semillas transgénicas (GMO) y en los pesticidas, lo que contamina tanto los cultivos como el agua subterránea, así como el arado convencional que termina erosionando el suelo. La agricultura regenerativa no utiliza pesticidas, ni semillas transgénicas (GMO), centrándose en la diversidad del ecosistema, en la rotación de cultivos sin labranza (siembra directa sin erosionar el suelo).

Datos del 2014 del Rodale Institute, organización sin ánimo de lucro que apoya la agricultura regenerativa, sugiere que podríamos reducir más del 100% de las actuales emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial realizando un cambio completo hacia la agricultura regenerativa.

Es nuestra elección.

Y realizamos estas decisiones cada día. Como economista, siempre he creído que un cambio en la economía comienza cambiando la agricultura y la alimentación. Aunque el movimiento reciente para localizar los ciclos agrícolas y alimenticios ha cambiado la cara de la industria a través de varias regiones, la principal corriente global de la agricultura esta en manos de las grandes compañías como Monsanto que ha construido su modelo de negocio perpetuando el antiguo modelo que hace que los granjeros dependan de los pesticidas, herbicidas y semillas transgénicas.

Al igual que con las manzanas este sistema daña el medioambiente y la salud de las personas y la sociedad tiene que pagar para solucionarlo. Por ejemplo, un estudio realizado en 2011 en Francia sobre el agua, muestra que la cantidad de dinero en impuestos que el país estaba gastando para sanear el agua contaminada por la agricultura convencional, básicamente por el uso de pesticidas, era aproximadamente igual a la cantidad gastada en alimentación a nivel nacional ese año. En otras palabras, si las personas pagasen el coste real de las compras, estarían pagando el doble.

Eso mismo se vio en el estudio realizado en Reino en noviembre del 2017, el coste real de la comida producida de manera convencional en el Reino Unido es un 100% superior a los precios actuales de mercado.

Cada libra de la venta de alimentos lleva asociado otra libra de costos ocultos para la sociedad, además de otras repercusiones, contaminación ambiental, enfermedades relacionadas con la producción y con la dieta.

Si a esto le sumamos la tasa de suicidios sorprendentemente alta entre los agricultores – incluidos los EE.UU., donde un estudio realizado en 2016 mostró que la agricultura tenía las tasas de suicidio más altas de cualquier profesión – y el hecho de que tres cuartas partes de los 800 millones de personas que padecen hambre son agricultores, entonces es cuando empiezas a ver lo irracional del actual sistema alimentario.

Este sistema agrícola destruye el planeta, nos enferma y daña física y mentalmente a los agricultores. En resumen, creamos resultados que nadie quiere.

Llegados a este punto, a menudo se escuchan argumentos de que, seguro, estos problemas existen, pero necesitamos la agricultura industrial para evitar la escasez de alimentos.

Esto parece real a primera vista. Pero actualmente el problema del hambre no es un problema de abastecimiento, es un problema de distribución. Aproximadamente un tercio de los alimentos producidos anualmente en el mundo para el consumo humano se desperdician o se pierden.

Joshua Muldavin, profesor de geografía en el Sarah Lawrence College, centrado en la alimentación y la instrucción agrícola dijo: “Tenemos dos o tres veces la cantidad de alimentos necesarios para alimentar a la población mundial”.

Emelie Peine, profesora de Política Internacional y Economía de la University of Puget Sound dijo: “Pero la gente no recibe la comida”, “Y aunque lo hicieran, no disponen del dinero suficiente para comprarla”. Esto también es cierto en muchos países desarrollados. Se estima que 1 de cada 6 estadounidenses, casi 50 millones de personas, no pueden permitirse comprar suficientes alimentos nutritivos para mantenerse saludables, de acuerdo con el Departamento de Agricultura.

Otro tema clave es la dieta: cuanto menos carne comemos, mas personas podemos alimentar. Por ejemplo, cuando comparamos la disponibilidad de las calorías producidas, la carne de res necesita 160 veces mas de campo y 8 veces mas agua y produce 11 veces mas gases con efecto invernadero que el promedio de patatas, trigo y arroz.

La agricultura regenerativa puede resolver el problema del hambre en el mundo si la gente comiese una dieta equilibrada, incluyendo menos carne, y si los problemas de distribución se realizaran adecuadamente.

Es necesaria una estrategia de transición en escala que permita al actual sistema agrícola global del siglo XXI, hacia una economía ambiental que no siga ignorando los problemas de salud, agua, biodiversidad y cambio climático.

Fui testigo de este tipo de transición a menor escala en la granja familiar en la que crecí. Hace sesenta años, mis padres decidieron realizar el cambio de la agricultura convencional a la regenerativa.

Mi padre había leído un articulo de prensa sobre una nueva manera de cultivar. Este escrito enciendo una chispa. Pero en el momento en que mis padres empezaron a cambiar la manera de cultivar, muchos de sus amigos y otros miembros de la comunidad se pusieron en su contra. De hecho, también experimentaron un largo periodo de malas cosechas y dificultades económicas antes de aprender las nuevas practicas agrícolas y crear canales de venta directa.

Lo que les puso en la pista fue una nueva idea que les permitió redefinir su granja y su papel como agricultores en el contexto de un sistema mas amplio.

También se beneficiaron de un sistema de apoyo formado por un par de amigos y expertos que les proporcionaron apoyo de coaching y sobre los métodos a utilizar.

Y aprendieron como llegar directamente a los consumidores comprometidos a pagar un precio justo por alimentos producidos de forma sostenible.

Es esta estructura de soporte lo que se necesita hoy en día. Existen prototipos como Sustainable Foob Lab – red global de colaboraciones que trabajan por una agricultura sostenible- pero se necesitan a mayor escala.

¿Qué sería necesario realizar para llevar este tipo de cambios a todo el sistema?.

Lo primero, parar las ayudas masivas a la agricultura industrial convencional y a la contaminación que genera y redirigir esos recursos al apoyo de las granjas regenerativas y a los pequeños agricultores.

Poner un precio al uso de los pesticidas. Reducir el uso masivo de antibióticos en la ganadería en un 50% para el 2020. Y generar estructuras de soporte como la Sustainable Food Lab en todas las regiones para promover las claves que necesitan para colaborar y así generalizar las prácticas alimentarias sostenibles.

Y por último, nunca debemos olvidar que esta transición empieza en nuestra elección alimentaria, el viaje de la granja al plato se refuerza con cada una de nuestras elecciones alimentarias diarias.

Fuente: 

Este artículo ha sido escrito por Otto Scharmer, podéis leer el original en este enlace.